¿¡Y eso!? En la actualidad ya choca lo de que al cruzar de Siberia a Alaska el Estrecho de Bering la hora sea… ¡ayer! ¡Pero esto! El tiempo es relativo… ¡y tanto!
No, no tiene nada que ver con la relatividad del tiempo. Los ingleses no se pusieron a hacer viajes a la velocidad de la luz de forma que el tiempo transcurriera más despacio por su isla que por España. La razón se haya en el calendario.
Hasta 1582 (“el Sol no se ponía en nuestro Imperio…”), en toda la cristiandad se usaba el calendario juliano. El calendario juliano tenía 365 días y un año bisiesto cada cuatro años. Sin embargo, acumulaba un retraso que en los tiempos largos era importante: el año en realidad no dura 365,25 días (365 días y 6 horas), sino 365 días, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos (365,2422 días). Esto, a la larga hizo que las fiestas religiosas no se correspondieran con el tiempo que les correspondía, por lo que el Papa Gregorio XIII decidió arreglarlo: creó el calendario gregoriano, el que hoy tenemos, donde serían bisiestos los años múltiplos de 4 excepto los centenarios que no fueran múltiplos de 400. Además, para recuperar el ciclo solar que había en tiempos del Concilio de Nicea (año 325), el día siguiente al jueves 4 de octubre de 1582 fue el viernes 15 de octubre de 1582.
En los países católicos el cambio fue instantáneo. Sin embargo, en los no-católicos, ese cambio se produjo mucho más tarde. En el Reino Unido fue en 1752. En Rusia en 1918. Por eso, en 1917, la Revolución de Octubre (en Rusia) fue en noviembre (en España).
Menos mal que ya no quedan países con calendario juliano. Menudo caos. Sigue habiendo multitud de calendarios distintos en todo el mundo: el árabe, el judío, el chino, … pero estos, al menos, no usan los mismos nombres. Claro que algo nos queda todavía extraño: los husos horarios. Y tiene algo de lío:
Pongamos un caso: El 10 de marzo de
Se me ocurren muchas más cosas sobre el tiempo. Pero dan para varias entradas, así que me las guardo.
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